jueves, 26 de agosto de 2010

¡Staboli es inocente!

Hola a todos. Soy el Astrónomo.

¡He arrojado a Fiolinda al precipicio, y el resultado ha sido sorprendente!

Fiolinda ha desplegado unas enormes alas de su tallo y ha mantenido el vuelo. ¡No se ha estrellado contra el suelo! Ojalá estuviese aquí Staboli para poder ilustrar este informe. En cuanto salga de prisión, le traeremos para que lo dibuje bien.

Esto es algo inaudito, pero antes de liberar a Staboli os voy a explicar cómo he deducido que es inocente.

Cuando Fiolinda llegó a este planeta, Staboli ya conocía la especie de Fioris parlanchinae. Al poco apareció mi despacho revuelto. Fue el propio Staboli el que lo revolvió, buscando un libro de especies intergalácticas para darme a conocer la peculiaridad de Fiolinda. Al no encontrarlo, decidió demostrarlo por sí mismo (ya que no puede hablar para contárnoslo). Para ello, se escondió en la casa de Olipécico a fin de empujar a Fiolinda sin que le vieran y que ella misma, por instinto, desplegara sus alas en la caída. Sin embargo, la altura no era suficiente, y ella no las desplegó, provocando la rotura del macetero y un notable chichón en la cabeza de Olipécico, y el encarcelamiento injusto de Staboli, tras un juicio delirante. Fiolinda ha desplegado sus alas en la situación límite de enfrentarse al vacío. Si mi teoría hubiera sido falsa, Fiolinda estaría estampada en el suelo, y yo estaría desolado por mi estupidez.

Pero todo ha salido bien. ¡Staboli no odiaba a Fiolinda! Al contrario, quería lo mejor para ella al tratar de descubrir su particularidad. Y hoy podemos afirmar que tenemos entre los olitas una planta que vuela.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Cometiendo una locura

Hola a todos. Soy el Astrónomo.

Tras subir a una de las montañas más altas de Tirolingia, voy a cometer una locura.

Voy a arrojar a Fiolinda hacia el precipicio. Si Staboli es inocente, sucederá una cosa. Si Staboli es culpable, sucederá otra.

Mañana os contaré qué sucede... Hoy ya no puedo soportar tanta tensión.

martes, 24 de agosto de 2010

Demostrando la inocencia

Hola a todos. Soy el Astrónomo.

He decidido ser valiente y hacer lo que sea necesario para llegar a la verdad. Voy a tratar de demostrar la inocencia de Staboli.

Tengo que ilustrar mis informes con dibujos, pero como Staboli no puede hacerlos, tendré que ser yo mismo el que los haga. Perdonad mi estilo rudimentario.

Lo primero que he hecho es reunir a todos los olitas y llevármelos a la cima de una montaña bien alta de Tirolingia.


lunes, 23 de agosto de 2010

Presunto inocente

Hola a todos. Soy el Astrónomo.

He averiguado algo que podría cambiar los últimos acontecimientos. Y es que... ¡EXISTE UNA POSIBILIDAD DE QUE STABOLI SEA INOCENTE!

Existe, como digo, una remota posibilidad de que le hayamos encarcelado injustamente, pero demostrarlo implica un gran riesgo para la integridad de Fiolinda...

¡Tremendo dilema! ¿Qué hacer? Os lo contaré mañana...

miércoles, 18 de agosto de 2010

Soplahojas

Confieso que siempre me produce una sensación moral ambigua ver jardineros utilizando un soplador de gasolina para hacer montones de hojas. Lo que antes se hacía con un rastrillo, ahora se hace cómodamente con una especie de jet-pack en la espalda que hoy va a ser objeto de mis comeduras de coco.

El dilema moral es este: ¿compensa utilizar un aparato que consume gasolina sólo por ahorrar tiempo? Está claro que para el jardinero es mucho más cómodo un soplador que un rastrillo, pero... ¿compensa ecológicamente hablando?

Consultando la ficha técnica de cualquier soplador a gasolina, vemos que el volumen del depósito de gasolina oscila desde los 0,5 l hasta los 2 l. Pongamos una media de 1 l de gasolina por cada soplador.

Ahora viene la parte difícil, porque mi estimación se basa en datos tirando por lo bajo (por aquello del beneficio de la duda). No he conseguido averiguar cuántos jardineros hay en la Comunidad de Madrid, pero tengo otro dato que me sirve. Según las últimas oposiciones (BOE, pdf), salieron 55 plazas de jardineros para la Comunidad de Madrid, de los cuales no todos usarán un soplador. Si un día normal de trabajo hay en toda la ciudad, digamos, unos 200 jardineros con su soplador a motor, hablamos de unos 200 litros diarios de gasolina, solamente para hacer un montón de hojas. Esto, repito, tirando por lo bajo.

Ahora nos podríamos perder en un laberinto analítico, por ejemplo, evaluando si compensa gastar 200 litros de gasolina a cambio de hacer 200 montones de hojas, teniendo en cuenta el volumen de dióxido de carbono desprendido por la combustión de la gasolina, frente al oxígeno generado por la vida útil de cada hoja desde que nace hasta que cae de su rama. Y eso, por no mencionar el coste de cada soplador a motor profesional, que puede superar los 300 euros.

Mirado a escala ecológica, parece que no compensa, pero si se trata de cuidar la espalda de los jardineros y hacerles el trabajo más cómodo, me parece perfecto. Tienen derecho a las mejores condiciones laborales, como cualquier trabajador. Admito que hay otras prioridades de concienciación de los ciudadanos para cuidar el medio ambiente, algo sobre lo que hablaré en otro informe.

miércoles, 11 de agosto de 2010

El arte salvaje de leer

Ser un engendro derivado de un caracol (y una olla) tiene sus limitaciones. Por ejemplo, no puedo hacer manualidades, ya que carezco de extremidades.

Con estos ojos, lo más que puedo hacer para pasar el rato es leer, con la ventaja añadida de que mi cuerpo baboso es muy útil a la hora de pasar las páginas.

Me gusta mucho leer. Tardé un tiempo en hacerme lector desde que llegué a este planeta. El ritual de la lectura no me ha seducido hasta pasado un tiempo.

La lectura tiene algo irresistible una vez que te seduce. Empiezas un libro y tienes todo el peso de las páginas a la derecha. Conforme avanzas, ese peso se va nivelando hasta que poco a poco invade totalmente la parte izquierda.

Las páginas se van ennegreciendo en el canto del libro, señal inequívoca de que estás leyéndolo. Las esquinas se desconchan. El marcapáginas pasa a formar parte de la portada. Avanzas en la lectura entre las ganas de conocer el final y la pena por terminarlo. Y de pronto, en un momento dado, llegas a la última página. Cierras el libro, ¿y ahora qué? La vida tiene que seguir.

Cuando vamos en metro, es normal ver gente leyendo libros. Lo que no es tan frecuente es ver gente terminando de leer libros. Ser testigo de un momento así es un privilegio. Hay reacciones de todo tipo, pero siempre hay renovación. Generalmente, el lector que acaba un libro, ya sabe cuál es el siguiente en la lista. El tiempo que pase entre uno y otro depende de cuánto más queramos permanecer en ese mundo literario creado para nosotros.

Ahora me he leído la soberbia (y espesa) novela "Los Detectives Salvajes", que tiene una estructura de pluma: un raquis principal del que surgen barbas-microrrelatos que inflan la historia principal en el futuro. Tras este libro, ha venido "El Arte de Volar", un retrato de la España miserable de perdedores y perdidos en la Guerra Civil Española y la posguerra.

Suelo intercalar novela gráfica con novela tipográfica. Ahora voy a romper esa norma con la lectura de "La Felicidad Inquieta", otra dosis de cómic (al igual que "El Arte de Volar") para tratar de compensar el mundo de Roberto Bolaño.

miércoles, 4 de agosto de 2010

K-WEN-10

¡Mecachis! El abono de transportes de este mes ha venido muy extraño, como todo lo que afecta a este planeta. Y no es la primera vez que algo así me sucede...

El caso es que el abono de transportes, en lugar de venir así, como era de esperar...

...ha venido así:

¿Qué puedo hacer? ¿Reclamo?

domingo, 1 de agosto de 2010

Busca las diferencias

Me cuesta verlas. Será que soy un poco meloncete.